exhibiciones
Proyectos y Proyecciones con mis antepasados.
Algunas de las investigaciones de La Usurpadora buscan recuperar aquellos artistas influyentes del Caribe colombiano, cuyos aportes en el campo de las artes durante su período de actividad no han sido estudiados a profundidad o han terminado siendo desconocidos dentro de la historia “oficial” del arte en Colombia.
Esta exposición propone un diálogo a partir de la estrecha relación de amistad y trabajo que sostuvieron dos de los pioneros del performance en el país: Álvaro Herazo (Cartagena, 1942 - Barranquilla, 1988) y Alfonso Suárez (Mompox, 1952), en las décadas de los años setenta y ochenta en Barranquilla.
Considerado uno de los artistas conceptuales más importantes de la región Caribe, teórico y crítico de arte, y fundador del Grupo 441, Herazo surgió de una tradición acuarelista aunque no tardó en dar un giro conceptual a su trabajo. En este primer momento, con la fotografía como soporte principal, abordó a plenitud las nociones de territorio y paisaje, temas recurrentes que exploró en obras de carácter sutil en su realización, pero con fuerte carga conceptual. Los sueños del viajero (1978), Traveling (1979), I want to be a map (1979) y Changing the landscape (1979), son obras que dejan ver su formación como arquitecto y su gran interés en el urbanismo. Ese primer período de su producción culmina con una de sus obras más interesantes, Proyecto para sellar el mar (1981), con la que participó en el mítico Coloquio de Arte no Objetual, realizado en Medellín en 1981. Es necesario entender que Herazo no se limitó a la creación de ciudades utópicas, a la exploración de los “no lugares” o al uso recurrente de mapas para trabajar su idea del territorio y el paisaje —como lo hace en Mapa para estar en dos lugares a la vez (1980)—. Quizás motivado por su fugaz formación en el teatro, llevó estas inquietudes a su propio cuerpo para hablar de la construcción de ambientes desde un lugar mental, como sucede en Tierra sagrada (1981), o desde su ser íntimo, como en Bosque interior (1980).
A comienzos de los ochenta, la obra de Herazo se encamina hacia las acciones y el performance, entablando un diálogo con el trabajo de Alfonso Suárez, quien en ese entonces colaboró con algunos de sus performances —como en Reporter con interferencia (1982) e Información es Poder (1983)—. En ese mismo periodo, Suárez trabajaba en otros performances en los que abordaba la problemática ambiental, tomando el río Magdalena y su influencia en la zona como eje central en obras que reflexionan acerca de la transformación del paisaje rural. Así, en Desconcierto (1982) y en Concierto Desconcierto (2003 - presente) encarna a un explorador de zonas de alta polución en los afluentes del casco urbano de Barranquilla, donde interpreta composiciones con el clarinete y la gaita para, gracias a las propiedades descontaminantes y armonizadoras de la música, purificar su entorno. Esa misma inquietud se ve luego en Pesadillas de un Hombre Rana (1992), performance en el que realiza la metamorfosis hombre/rana como método de adaptación y sobrevivencia. Esta etapa de su trabajo ha resultado poco estudiada, quizás por el éxito de su serie Visitas y apariciones, en la que personificaba al doctor José Gregorio Hernández, y que fue premiada en el XXXV Salón Nacional de Artistas (1994).
En Proyectos y proyecciones con mis antepasados puede verse cómo Herazo y Suárez abordan, desde visiones muy distintas, problemáticas similares, entendiéndolas como parte de un diálogo que incluye la forma en que ellos se ven y entienden a sí mismos, su propia construcción del territorio y la manera en que esta influye su forma de convivir dentro de él.
1 El Grupo 44 estuvo conformado por Álvaro Herazo, Eduardo Hernández, Delfina Bernal, Ida Esbra, Víctor Sánchez, Anne Bertrand, Fernando Cepeda y Christiane Leseur.
Gustavo Turizo. Touched for the very first time.
Las investigaciones de La Usurpadora tienen como misión hacer visible la importancia de artistas del Caribe que han sido relegados de la historia oficial del arte en Colombia.
Touched for the very first time, la primera revisión antológica de la obra del artista Gustavo Turizo (1962 – 2002), se enmarcara dentro de este propósito. Esta muestra es una mirada a uno de los artistas más versátiles e influyentes de la generación de los años 90s en la ciudad de Barranquilla, una generación de la que poco se conoce pero que dejó una huella en la historia cultural de esta región del caribe colombiana. Turizo, Barranquillero y que cursó sus estudios en la Universidad del Atlántico, tuvo una carrera muy prolífica donde se destacó no solo como un artista interdisciplinario, sino que combinó su práctica como asistente curatorial, director de arte en cine y videos musicales, coreógrafo, ilustrador y un sin fin de actividades paralelas. Esto le permitió ampliar sus medios de subsistencia en una época de muy poca actividad artística en su ciudad , y que hoy, en retrospectiva, resulta interesante dentro del contexto de su obra para comprender y ampliar la visión sobre qué significaba para él ser una artista en esos años en específico. “Touched for the very first time”, reúne gran parte de la corta pero intensa producción del artista .
Una trayectoria que resultó trágicamente truncada por su inesperado fallecimiento en el 2002. Durante esos años de carrera su producción transitó en medios tan diversos como la instalación, la fotografía, pinturas, objetos y colaboraciones con otros artistas de diferentes campos. Además su pasión desmedida por Madonna, su vida en el submundo transexual, sus interminables noches en la legendaria discoteca Stage, fueron experiencias vitales dentro de su obra. “Turi” -como lo llamaban sus amigos- en medio de una sociedad extremadamente conservadora, aunque paradójicamente moderna como lo era en ese momento la ciudad de Barranquilla, trató de forma directa su sexualidad con un humor oscuro y critico,. Fue así como en el año 1995 resultó ganador del Salón Regional de Artistas con su instalación “Las mujeres mas lindas del mundo son hombres”, una suerte de homenaje a la escena transexual y en particular a Martha Traba y John Pantoja, quienes sirvieron de modelos en la instalación.
Durante sus últimos años de producción, Turizo experimentó con telas estampadas de motivos kitsch, láminas de libros de ciencia y todo tipo de referentes de la cultura popular que impregnó de un humor muy sofisticado presente en muchas de sus pinturas. A finales de la década de los noventas llegó a convertirse en uno de los pocos artistas de la ciudad que participó en exposiciones fuera del circuito local convirtiéndose para muchos en una gran influencia y referente importante. Artistas de su generación como Marco Mojica, Magola Moreno, Fernando Castillejo, Wilson Diaz y Walter Pabuena, y también cineastas como Jessica Mitrani, curadores como Eduardo Vides y Gustavo García, por nombrar solo algunos de sus colegas amigos y familiares que hicieron posible esta exposición.